domingo, 21 de junio de 2009

Big Bang

¿Y si hubiéramos cometido menos errores?

¿Y si hubiéramos aprovechado más las oportunidades?

¿Y si hubiéramos aprendido de las situaciones difíciles?

¿Y si hubiéramos querido más a quienes lo merecían?

¿Y si hubiéramos contado todas las estrellas?

¿Y si hubiéramos vivido la vida más despacio?

¿Y si hubiéramos cuidado a nuestras amistades?

¿Y si hubiéramos aprovechado a nuestra familia?

¿Y si hubiéramos hecho siempre lo que nuestro corazón nos dictaba?

¿Y si hubiéramos perdonado más y ofendido menos?

¿Y si hubiéramos sonreído siempre?

¿Y si hubiéramos sido más comprensibles?

¿Y si hubiéramos reconocido nuestros errores?

¿Y si hubiéramos aprovechado más nuestro tiempo?

¿Y si hubiéramos sido más observadores?

¿Y si hubiéramos sido más perseverantes?

¿Y si hubiéramos sido más soñadores y menos realistas?

¿Y si hubiéramos entendido el significado de la vida?

¿Y si hubiéramos hecho más travesuras?

¿Y si hubiéramos reído más fuerte?

¿Y si hubiéramos comido más golosinas?

¿Y si hubiéramos hecho más locuras?

¿Y si hubiéramos sido más valientes?

¿Y si hubiéramos enfocado nuestra existencia a la esencia?

¿Y si hubiéramos sido más inteligentes en nuestras decisiones?

¿Qué sería de nuestras vidas?

Y mejor aún, ¿Y si pudiéramos comenzar de nuevo?



martes, 9 de junio de 2009

Nuestros héroes

Seres imponentes, poderosos, increíbles, capaces de cualquier cosa, deidades con la facultad de sobreponerse ante la adversidad, personajes que alcanzan lo imposible y acarician el más allá, individuos que admiramos y respetamos, ganadores de batallas y sinónimos de constancia, prueba viviente de la capacidad de llegar a lo más alto, eso, y solo eso, son los héroes.



En nuestra vida nos encontramos con algunos héroes, pero no me refiero a esos héroes de televisión, o esos héroes que tienen el reconocimiento del público por sus habilidades deportivas o artísticas, de negocios o de guerra, me refiero a esos héroes, únicos, los cuales solo ante nuestros ojos son héroes, los cuales día a día hemos convivido con ellos y su mera presencia los hace ganarse el mote de héroes, héroes los cuales le regalan sabor a nuestras vidas.



Esos héroes que como los hemos visto ganar, también los hemos visto perder, esos héroes que así como han tenido aciertos, han cometido errores, esos héroes que hemos visto correr a máxima velocidad y también hemos visto tropezar e incluso algunas veces tener temor a levantarse y seguir, esos héroes que nos han compartido sonrisas pero también lagrimas, esos héroes que han sido importantes en nuestras vidas por que son personas importantes para nosotros, esos héroes que tal vez para los ojos de mucha gente no sean más que simples mortales pero que para nosotros son personas increíbles por las cuales sentimos un gran respeto y admiración, esos héroes que solamente encontramos, en nuestros padres, en nuestros verdaderos amigos y en la persona que amamos.



Y son ellos, y solo ellos, quienes se incrustan en nuestros corazones para quedarse ahí, porque ante nuestros ojos su misma esencia es lo que le da significado a nuestra vida, y porque algún día, al pasar los años, veremos a nuestros héroes envejecer y enfermar, a rendirse y a cometer más errores de lo acostumbrado, a no reír tan fuerte y a no ser tan perseverantes, a comenzar a bajar los brazos y a resignarse, y es justo en ese momento, cuando el fin se acerca, cuando descubrimos el lado más humano y puro de nuestros héroes, porque es en esos momentos, en que descubrimos, en que no son inmortales ni invencibles, que son solo personas de carne y hueso, personas que algún día dejaran de correr, personas que algún día tendrán que marcharse, personas que mientras preparan su vuelo para decir adiós nos dejan un legado, un legado tan grande que se queda viviendo en nuestro corazón, un legado tan poderoso que revive día a día en nuestras memorias, un legado que nos permite sentirnos orgullosos por haber tenido la oportunidad de ser testigos de la historia de nuestros héroes, y es en ese momento, cuando despegan sus alas para decir adiós, cuando ellos se convierten en seres invencibles, inmortales, eternos, por que inician un vuelo, hacia un lugar, donde, muy seguramente los volvamos a encontrar, y solo entonces descubriremos que el amor que sentimos por ellos fue lo que nos dio esas alas para iniciar nuestro vuelo, a ese lugar, donde los héroes viven para toda la eternidad.


miércoles, 4 de marzo de 2009

De esas no, de las otras


Eran las 4 de la tarde y aún el sol calentaba como si estuviera endemoniado, un pequeño radio barato y viejo comentaba: “temperaturas inhumanas en la ciudad de monterrey, estamos llegando a los 41 grados Centígrados”, decía el locutor en tono alarmante mientras su radioescucha miraba como la gente pasaba enfrente de su pequeña ferretería por la avenida, el centro de Monterrey siempre está a reventar, y esta transitado por todo tipo de gente, y justo en ese momento, sudando la gota gorda y con su sombrero de paja caminaba Ignacio Carbajal.


Ignacio Carbajal, mejor conocido como “Nachito” era originario de Pachuca, Hidalgo. Trabajó en su niñez en las minas de Pachuca, pero buscando un futuro más prometedor se vino a trabajar al norte, a la “Haciendo de los Guerrero”, una enorme haciendo ubicada en las afueras de Monterrey.


Así fue, como un domingo a primera hora, levanto a su esposa y le dijo:


- Oye vieja, que nos vamos a Monterrey, empaca tus garras, que amos pa´la central de autobús, ya me consiguió trabajo Ramiro, disque en una hacienda muy grande.


Nachito y su esposa María se fueron a la central, tomaron el camión y emprendieron su viaje a Monterrey, hace ya unos 45 años desde que llegaron a Monterrey a trabajar en la “Hacienda de los Guerrero”, fueron cuarenta y cinco años duros, muy duros.


Nachito iba caminando enfrente de la ferretería de Don Pascual, tenía la frente sudada, pero eso no era lo peor, sus ojos estaban cansados, el estaba decepcionado, de un México que nunca vio prosperar, de la eterna espera en que realmente su patrón Don Alejandro Guerrero le pagara salarios decentes, cansado de tener el estomago apenas con frijoles y dos tortillas, con los huaraches llenos de agujeros, en su andar uno podía sentir, el mismo triste espíritu que habita en tantos mexicanos, que apenas si tienen para vivir.


Nachito seguía caminando, bajito de estatura, con sus pantalones desgarrados, movía sus pies rápidamente, corriendo por las banquetas de la avenida Cuauhtémoc, como lo hacia todos los Jueves, su único día libre de trabajo en la hacienda, siempre iba a la tienda de “Doña Antonia”, ella vendía hierbas y pociones, o más bien, tés medicinales.


Nachito siempre con Doña Antonia, a comprar tés medicinales, como decía él: “pos hay que tomar de los tecitos de doña toñita, pos pa tener salud, sino ni como trabajar”, aunque en el fondo, Nachito siempre iba por un concejo, más que por unas hierbitas “pal dolor”.


Al fin llego al puesto de Doña Antonia, en el pequeño establecimiento verde limón se leía en un cartel de cartón “Tes medizinales pal dolor”. A lado del cartón estaba la entrada, al entrar, había un monto de estantes con todo tipo de hierbas y polvos, muchas tazas y hasta algunas velas, al fondo, tras una barra, Doña Antonia recargada.


- ¡Buenas tardes Doña Toñita!
- Pásale Nachito, ¿Cómo estás?
- Pos ya mejor del dolor de la espalda, ya casi ni me duele nada
- Muy bien Nachito, te dije que el tecito de las hierbas esas tabasqueñas te iban a ayudar y mucho, me da mucho gusto Nachito, entonces dime ¿Qué te trae por acá?


Nachito se quedo pensando, no le gustaba demostrarle a Doña Toñita que él iba por busca de un concejo, o a veces solo para que ella lo escuchara, entonces Nachito comenzó a pensar en alguna excusa de su visita, cuando de pronto, vio que Doña Toñita se estaba tomando un té, y le pregunto:


- Oiga Doña Toñita, ¿y qué es eso que está tomando?
- Es un té con hierbas pa´la memoria Nachito, ya estoy grande y se me olvidan las cosas, es para que siempre pueda recordar
- Oiga ¿cómo que pa´recordar?
- Si Nachito, pues pa´eso que dicen los doctores, pa´la memoria pues
- Ha pues muy bien Doña Toñita, yo quiero uno, igual con hierbas pa´la memoria, pero de esas no, de las otras
- Ha caray, ¿Cómo que pero de esas no, de las otras?, que no te entiendo Nachito, explícate bien, que si te digo que se me olvidan las cosas Nachito
- Pues sí, Doña Toñita, té de hierbas de la memoria, pero de esas no, de las otras.


La pobre de Doña Antonia se comenzaba a desesperar con Nachito


- Pos es que si Doña Toñita, entiéndame mire, hace ya 45 años que la conozco, desde que llegue de Pachuca, y usted siempre me ha contado toda su vida, a lo mejor y ya ni se acuerda, porque pos usted pos ya esta medio grande Doña Toñita, perdóname que le diga, pero pues ya tiene 103 años, y créame que esos son muchos, haya en Pachuca, el más viejo que conocía, tenía apenas 91.


Doña Antonia prestaba atención a la plática de Nachito, aunque seguía sin entender.


- Y pues por más tecito que se tome, ya ni le va a volver la memoria esa, dígame, ¿Se acuerda de Don José?
- No, nachito, ¿quién era Don José?
- Pos ahí está, ya ni se acuerda, Don José era su esposo ¿apoco ya no se acuerda?, ese viejo gordo, y perdóneme que se lo diga, pero que era un hijo de la chingada, siempre llegaba borracho borracho, y le metía sus buenas trompadas hasta que le dejaba la cara morada de tanto chingazo, ¿Apoco no se acuerda que dejaste de ver del ojo derecho porque te agarro a patadas en la cara Doña Toñita? Ya ni la muela, ¿Cómo que no se acuerda?
- No mijo, te has de estas confundiendo, mi esposo era muy lindo y bondadoso
- Nombre Doña Toñita, en cambio, yo si me acuerdo de mi papá, ese sí que fue un cabron bien hecho, como le gustaba llegar de la cantina, borracho, a pegarle a mi mamacita linda que Dios la tenga en su gloria, y como no, a mí también me ponía como campeón, a mi no se me olvida, que una vez, hasta me tiro dos dientes de un chingazo y me escape de la casa
- Y dígame Doña Antonia, se acuerda de Lupita
- ¿Lupita?, ¿Quién era lupita?
- Ve, y tampoco se acuerda, pos su hija Doña Toñita, no se acuerda que era bonita bonita, y que estaba comprometida con Raúl Mendoza, y que el tal Raúl ese, la dejo vestida y alborotada el día de su boda, y que mejor se fue con Laura, la puta esa del viejo rancho, Lupita lloro y lloro, lloro tanto que se volvió loca, decía que escuchaba unas como voces en la noche, hasta que un día se mato, ¿apoco no se acuerda?
- ¿Lupita?, si mi hija se llamaba Teresa, Teresa Nachito, Teresa.
- No Doña Toñita, si le digo, usted ya está más pa´haya que pa´ca, yo si me acuerdo de mi esposa María, ella decía que me amaba mucho, pero namás llegamos aquí, todavía ni pasaron ni tres meses trabajando en la “Hacienda de los Guerrero”, cuando se fue con el hijo del patrón, que disque pa´tener un futuro mejor, que disque me seguía amando, pero yo todavía si me acuerdo los gemidos que sacaba de su garganta cuando se iba al zaguán con el hijo del patrón.
- Ya ve Doña Toñita, ni se acuerda de nada, yo si le contara, me acuerdo de tantas cosas pues, de pura cosa mala que pasa, yo como quería a María, como quería a mi Mamá, pobrecita, la deje sola con el cabron de mi Papá, y ahora la chinga que me meto, trabajo y trabajo, y apenas si pa´frijoles me alcanza, y ya me duele todo el lomo, y ni tan viejo estoy.
Nachito no padecía de dolores por su vejez, era el dolor de la desdicha.
- Doña Toñita, usted ya ni se acuerda de nada, ni se pa´que se toma de esas hierbas que pa´la memoria, yo no la entiendo, ¿Pa´que se quiere acordar?


Doña Antonia no contesto, ella aún sentía que lo que le decía Nachito era mentira, y que su juventud estuvo llena de hermosos recuerdos, que de alguna manera debía recobrar.


- Por eso le digo, deme un té de hierbitas pa´la memoria, pero de esas no, de las otras, de las que en vez de de acordarte, se te olvidan las cosas…