Cuando yo era niño, yo quería ser Pirata, y fue entonces en aquella noche de brujas de 1992 cuando pude por fin disfrazarme como pirata gracias al disfraz que me hizo mi madre.
Salimos a la calle a pedir dulces, iba acompañado de un pequeño diablillo, el cual pasaba los días haciendo travesuras, divirtiéndose con sus juegos y esparciendo su felicidad con risas, después a su lado, estaba yo, como un grandioso pirata que pasaba el tiempo soñando en tomar rumbo por el mar del caribe en un barco enorme con un tripulación inmensa de piratas dispuesto a navegar hasta encontrar otros barcos piratas y atacarlos a cañonazos, y subir por la borda y con espadas y mosquetes pelear a muerte con ellos, hasta quedarnos con sus tesoros, para después quedarnos con una parte y la otra enterrarla, así como visitar los puertos para malgastar nuestros tesoros manchados de sangre en bebidas y mujeres, (bueno no, eso de las mujeres no lo pensaba de niño, sino hasta la pubertad) y como una vida imaginaria perfecta yo quería ser pirata.
Y caminando por las calles oscuras de aquella noche de brujas, un montón de niños como yo caminaban también con el sueño de ser lo que su imaginación los dejaba ser. Podía verse a una niña vestida como esqueleto y como ella se imaginaba paseando por los cementerios asustando a la gente, también estaba un Drácula que imaginaba sus días paseando por las calles de noche y mordiendo en el cuello a cuanta persona se encontraba, había también una pequeña brujita que pasaba horas imaginando como convertiría a sus odiosos hermanos en sapos, otro niño disfrazado de fantasma no paraba de carcajearse imaginando como entraría al cuarto de sus padres para darles el susto de su vida, otro niño caminando de manera chistosa disfrazado de Frankenstein se pasaba las semanas practicando su caminar torpe y lento tan caracterizado de este monstruo, otra niña que era una Momia se imaginaba como se dedicaría el resto de su vida a descansar dentro de las pirámides del Cairo y como asustaría a aquellos avariciosos arqueólogos. Y nunca faltaba la odiosa Princesita que apenas salía a la calle por que no quería ensuciarse su vestidito ya que no imaginaria regresar sucia y empolvada a su castillo imaginario.
Y entre caminatas, gritos y risas, juegos y disfraces, comiendo dos o tres chocolates y unos chicles azucarados que guardaban en unas canastillas en forma de calabaza de halloween que brillaban gracias a su color artificialmente anaranajado, aquellos niños en noche de brujas no comprendían de lo que realmente se trata la vida, sus pequeñas mentes se encontraban atrapadas en sus personajes, y se pasaban los días pensando que realmente podrían convertirse en lo que se disfrazaron.
Pasaron los años, y me di cuenta que yo no podía ser pirata, que la vida es de responsabilidades y compromisos, que la escuela nos forja y que algún día terminaremos con un titulo profesional, y estaremos plenamente comprometidos al trabajo, por que así es esto, hay que trabajar duro si queremos seguir día a día.
Y llegara el día en que yo, como aquellos niños, nos levantaremos cada mañana y abriremos nuestros armarios, y pieza a pieza tomaremos nuestro disfraz: 1 par de zapatos negros bien boleados, un pantalón de vestir negro, una camisa lisa bien planchada, un saco negro con rayas blancas muy delgadas, ¿corbata roja? O tal vez azul marino.
Pensémoslo bien, y tratemos que en unos cuantos años, cuando nos disfracemos para ganarnos la vida, lo hagamos con la misma emoción con la que nos disfrazábamos en noche de brujas, que sea con la misma seguridad, que el disfraz que nos pongamos sea el que realmente nos queremos poner, sin importar que tan ridículo, irreal, mal pagado o poco común lo sea.
Salimos a la calle a pedir dulces, iba acompañado de un pequeño diablillo, el cual pasaba los días haciendo travesuras, divirtiéndose con sus juegos y esparciendo su felicidad con risas, después a su lado, estaba yo, como un grandioso pirata que pasaba el tiempo soñando en tomar rumbo por el mar del caribe en un barco enorme con un tripulación inmensa de piratas dispuesto a navegar hasta encontrar otros barcos piratas y atacarlos a cañonazos, y subir por la borda y con espadas y mosquetes pelear a muerte con ellos, hasta quedarnos con sus tesoros, para después quedarnos con una parte y la otra enterrarla, así como visitar los puertos para malgastar nuestros tesoros manchados de sangre en bebidas y mujeres, (bueno no, eso de las mujeres no lo pensaba de niño, sino hasta la pubertad) y como una vida imaginaria perfecta yo quería ser pirata.
Y caminando por las calles oscuras de aquella noche de brujas, un montón de niños como yo caminaban también con el sueño de ser lo que su imaginación los dejaba ser. Podía verse a una niña vestida como esqueleto y como ella se imaginaba paseando por los cementerios asustando a la gente, también estaba un Drácula que imaginaba sus días paseando por las calles de noche y mordiendo en el cuello a cuanta persona se encontraba, había también una pequeña brujita que pasaba horas imaginando como convertiría a sus odiosos hermanos en sapos, otro niño disfrazado de fantasma no paraba de carcajearse imaginando como entraría al cuarto de sus padres para darles el susto de su vida, otro niño caminando de manera chistosa disfrazado de Frankenstein se pasaba las semanas practicando su caminar torpe y lento tan caracterizado de este monstruo, otra niña que era una Momia se imaginaba como se dedicaría el resto de su vida a descansar dentro de las pirámides del Cairo y como asustaría a aquellos avariciosos arqueólogos. Y nunca faltaba la odiosa Princesita que apenas salía a la calle por que no quería ensuciarse su vestidito ya que no imaginaria regresar sucia y empolvada a su castillo imaginario.
Y entre caminatas, gritos y risas, juegos y disfraces, comiendo dos o tres chocolates y unos chicles azucarados que guardaban en unas canastillas en forma de calabaza de halloween que brillaban gracias a su color artificialmente anaranajado, aquellos niños en noche de brujas no comprendían de lo que realmente se trata la vida, sus pequeñas mentes se encontraban atrapadas en sus personajes, y se pasaban los días pensando que realmente podrían convertirse en lo que se disfrazaron.
Pasaron los años, y me di cuenta que yo no podía ser pirata, que la vida es de responsabilidades y compromisos, que la escuela nos forja y que algún día terminaremos con un titulo profesional, y estaremos plenamente comprometidos al trabajo, por que así es esto, hay que trabajar duro si queremos seguir día a día.
Y llegara el día en que yo, como aquellos niños, nos levantaremos cada mañana y abriremos nuestros armarios, y pieza a pieza tomaremos nuestro disfraz: 1 par de zapatos negros bien boleados, un pantalón de vestir negro, una camisa lisa bien planchada, un saco negro con rayas blancas muy delgadas, ¿corbata roja? O tal vez azul marino.
Pensémoslo bien, y tratemos que en unos cuantos años, cuando nos disfracemos para ganarnos la vida, lo hagamos con la misma emoción con la que nos disfrazábamos en noche de brujas, que sea con la misma seguridad, que el disfraz que nos pongamos sea el que realmente nos queremos poner, sin importar que tan ridículo, irreal, mal pagado o poco común lo sea.
2 comentarios:
heey jaja
está muy buena la sugerencia
ojalá que todas las personas lograran hacer eso, no crees?
lástima que no siempre se puede tener lo que se quiere
por eso, como dices, hay que querer lo que se tiene
sí, ojalá tuviera un amor platónico
lo malo es cuando son como 5 jajajajaja
naa no es cierto
creo que 'amor', ahorita ni platónico ni nada jaja
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