lunes, 8 de diciembre de 2008

Somos árboles




En una ocasión, en algún día de mi niñez, estaba en el jardín de mi abuela, tome las ramas de un árbol, y empecé a arrancarle las hojas una a una, y las iba tirando al suelo, tan inservibles como parecían, después de llevar un buen montón arrancadas, llego mi tía, y empezó a observar.

- Deja de hacer eso, me dijo.



- ¿Por qué? Le conteste yo.



- Porque lo que estas haciendo esta mal, estas lastimando al árbol, al árbol le duele que le arranques sus hojas.



- Claro que no, no le duele, un árbol no siente, si sintiera y le doliera podría hablar para decirlo.



- No por que no pueda hablar quiere decir que no siente dolor, un árbol es un ser vivo que siente, y lo que le estas haciendo le duele, es como si llegara alguien y te arrancara las uñas.

Después de decir eso, se marchó.

Me quede pensando mucho en lo que dijo, tal vez tenía razón, mire la rama a la cual le estuve arrancando las hojas, y arranque una hoja más, la fui desprendiendo poco a poco, fue una manera lenta y muy dolorosa para el árbol, quería ver si el árbol de algún modo me decía que dejara de lastimarlo, pero no, no lo hizo. De todos modos me detuve y deje de lastimarlo.



Todos los días salimos a caminar a un bosque gigantesco, a veces soy un joven explorador, que trata de observar a los árboles, analizarlos, identificar que tipo de árboles son, que tanto o que tan poco crecerán, si pueden llegar a dar frutos, y cuales serían esos, pero es imposible, hay tantos tipos de árboles, y yo no soy un botánico.

Algunas veces, entro a ese bosque, con hachas y navajas, y empiezo a talar a todos los árboles que me rodean, en vez de manos, tengo cuchillas, y empiezo a desgarrarlos, como si estuviera dispuesto a destruirlos.

Hay momentos en los que estoy acuchillando a los árboles, mutilándolos, con un deleite inmenso, tal vez, mientras destrozo las ramas, una sonrisa de regocijo aparece en mi cara, pero para cuando término, y dejo caer mi hacha, y guardo mis cuchillas, miro abajo, y no encuentro a mis pies, veo raíces, volteo a ver a mis manos, y veo ramas, ramas sin hojas, y es ahí cuando comprendo, lo muy equivocado que estoy, porque hago exactamente lo que no debo, acudo a los árboles, los maltrato y los mutilo, arranco sus ramas hasta destruirlos, de una manera tan sutil y tan astuta, que ni siquiera permito que se transformen en lo que verdaderamente son, y que tengan la oportunidad de hablar, y decir lo mucho que les duele.

Todos somos árboles andantes, árboles que pueden cortar, árboles que pueden destruir, árboles que difícilmente saben olvidar.

viernes, 5 de diciembre de 2008

Otneimitneser


En medio de un campo de pradera, en hileras de cuatro en cuatro, como si estuvieran en un campo de concentración nazi, estaban ahí, todos los que se hacían llamar sus amigos, con caras inexpresivas, como si todos usaran la misma máscara, la máscara de estar ahí reunidos por mero compromiso, y no por que así les naciera.

El sol se ocultaba, y apenas si les lamía su cara. Él estaba enfrente de ellos, y los observo, estaba cinco metros delante de ellos, como si los fuera a fusilar, les lanzo una mirada profunda a todos, el viento comenzó a soplar, era frío, casi como una brisa polar, se pudo escuchar el sonido que provocan las ramas de un árbol lejano cuando se sacuden por el aire, entonces él trago saliva.

Comenzó a pensar, tenia tantas cosas que contar, tantos problemas que necesitaba buscarle sus soluciones, tenia que proyectarse, y estaba harto de hacerlo escuchando música y haciendo dibujitos, tenia que hablar con alguien, necesitaba que lo escucharan, necesitaba que lo apoyaran, necesitaba que le dijeran opiniones, necesitaba que alguien le dijera cual es el camino correcto, es por eso que los reunió a ellos, a sus amigos, a todos los que se llamaban sus amigos.

Volvió a echar un vistazo, y dijo:

- Lamento haberlos hecho venir, pero, necesitaba que vinieran, esto es algo importante, necesito que me presten atención por favor...

Aquellas primeras palabras viajaron a través del aire, y llegaron a las hileras de los cuerpos con máscaras inexpresivas que estaban enfrente de él, y en ese momento, los ojos de aquellos cuerpos empezaron a hincharse y a girar lentamente, empezaron a desplazarse, y salieron de sus cuencas, todos los pares de ojos salieron de sus cuencas para rodar, rodaron hacia al piso, dejando un delgado hilo de sangre, todos los cuerpos quedaron ciegos.

- Por favor, sino pueden prestar atención, al menos, denme su mano, necesito su apoyo en estos momentos tan difíciles, siento como si no pudiera seguir estando de pie, a veces es difícil respirar...

Aquellos cuerpos con rostros inexpresivos, seguían ahí parados, con agujeros rojizos en donde solían estar los ojos, en ese momento, la piel que se encuentra pegada en sus muñecas, empezó a carcomerse, se podía ver el hueso que conformaban aquellas manos, y en unos cuantos segundos, al unísono, todas las manos se despegaron de sus muñecas y cayeron al piso, todos los cuerpos quedaron mancos.

- Al menos, díganme unas palabras de aliento, me siento triste, y necesito que me den ánimos, aunque sean un par de palabras...

Los cuerpos ciegos y mancos comenzaron a sonreír, como si fuera una sonrisa de burla, aquella sonrisa comenzó a transfigurarse a una expresión horrible, como si fuera la sonrisa de un asesino al ver a su victima pidiendo a gritos compasión, después aquellos labios empezaron a tonarse morados, la piel empezó a agrietarse, tanto que se hicieron cenizas, y las lenguas se despegaron de sus bocas y se cayeron al suelo, como si fueran serpientes sin vida, todos los cuerpos quedaron mudos.

- Sino es mucho pedir, solo escuchen lo que les tengo que decir...

Sus orejas empezaron a doblarse, a arrugarse, como los capullos después de que fueron abandonados por sus gusanos, la piel que circunda a sus orejas se hizo chiclosa, y comenzó a crear una consistencia casi viscosa, de pronto las orejas se despegaron de aquellos cráneos, todos los cuerpos quedaron sordos.

- Acérquense, quiero sentir que están cerca, que están aquí para mi...

Aquellos pies comenzaron a quebrajarse, tronando cada hueso entre sí, se hicieron polvo, todos los cuerpos quedaron sin pies.

Él admiro el paisaje, el paisaje producido por aquellos cuerpos mutilados y sin vida, aquellos cuerpos solían tener ojos, pero no sabían prestar atención, tenían manos, pero no sabían ayudar, tenían labios y lengua, pero no sabían hablar, tenían orejas, pero no sabían escuchar, teñían piernas, pero no sabían esta ahí cuando se les necesitaba.

Miro de nuevo a los cuerpos, pero no fue capaz de reconocer a ninguno, ya que aquellos rostros estaban manchados por la indiferencia, la misma que abunda en tantas personas que realmente no se interesan, que dicen que ahí estarán, pero que realmente sabes que ni siquiera lo van a intentar.

El olor en el ambiente era pútrido, era un olor muy fuerte, pero aquel olor de la putrefacción no se podría comparar, con lo podrido que estaban las almas de aquellas personas.

- ¿Y donde están todos esos bastardos que se llamaban mis amigos?. Se pregunto para sí mismo.

"Donde deben de estar, quizás nadie los va a recordar,
uno, dos, tres, ellos ya no tienen pies
ni manos ni lenguas, ni ojos ni orejas,
que nunca vuelvan, ¡ya basta de sorpresas!".


Contesto una pequeña voz en tono de rima infantil, era la voz del resentimiento.